lunes, 9 de mayo de 2011

Ya es hora, amigos

Pedro y Francisco son dos jóvenes emprendedores. Son creativos, trabajadores y tienen en común una empresa. El Ayuntamiento les encarga un trabajo importante (importante para ellos, al menos) y ellos lo hacen, y lo hacen muy bien, pero el Ayuntamiento no les paga su trabajo. Esperan y esperan, pero no cobran. Sí tienen que pagar, eso sí, los impuestos municipales: ellos dan su dinero al municipio, como debe ser, pero éste, encargado de protegerles, ha llegado a ponerles al borde de la ruina. Lo peor, me dicen, es que cuando llaman para preguntar por la deuda, no sólo jamás se les ha puesto al teléfono un concejal, sino que, además, quien les atiende les trata mal, como a unos pesados.
Flora tiene un bar, un bar pequeñín con el que salir adelante mientras prosigue sus estudios. Lo puso con ayuda de sus padres, trabajadores a los que les costó mucho ahorrar lo suficiente. Lo abrió con todas las licencias en regla, lo ha mantenido con mucho esfuerzo, capeando a duras penas la crisis y la ley antitabaco, hasta que un inspector de Turismo le dice que tiene que hacer otro servicio. El bar está en una calle por la que jamás ha pasado un turista (ni perdiéndose) y doy fe de que nunca, en los muchos ratos que he pasado allí, se ha dado la circunstancia de que alguien vaya al servicio y lo encuentre ocupado. La obra no sólo es demasiado costosa para ella sino que, además, se llevaría prácticamente la mitad del diminuto bar. Es la ruina, se lamenta, pero la ley es inflexible.

Ahora me entero de que la Junta, que gastó 30 millones de euros en el Musac, otros 5 millones de euros en la colección y dos millones y medio en la gestión cada año, pone en la calle a las dos trabajadoras de Pequeamigos (las actividades infantiles), una de ellas embarazada, después de seis años de chapuzas laborales: contratadas por empresas intermediarias, autónomas... y ahora, a la calle el 30 de junio. Puedo decir que, en mi opinión, el Musac es lo mejor que le ha pasado a León en mucho tiempo, ha abierto en esta ciudad de jubilados una puerta al mundo, y las actividades infantiles son, sin duda, las mejores de la ciudad, las más creativas e interesantes y quizá las únicas que se toman en serio a los niños y ponen ante ellos a verdaderos maestros y a estas dos chicas que han mostrado siempre una entrega magnífica.
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Los tres casos son, en el fondo, el mismo: ejemplos de una política absolutamente deshumanizada, en la que el dinero sólo es para hacer grandes obras que alimenten el ego de los dirigentes de turno y para perpetuarse a través del clientelismo, dejando en la cuneta a los ciudadanos y ciudadanas que les mantienen... ¡Mierda, ya es hora de dejar de mantenerles!