domingo, 30 de enero de 2011

Acera de sol y acera de sombra

Una de las características de esta crisis es que ha sido tan rápida y es tan profunda que afecta a un amplio sector de clase media que, hasta hace muy poco, jamás imaginó que su situación iba a decaer tan profunda y bruscamente; ese tipo de personas para las que la posibilidad de hacer cola en Cáritas o, incluso, tener que mendigar, resultaba más estrambótica que ser agraciado con el gordo de la lotería. Sólo hay que echar un vistazo a los nuevos mendigos que pueblan las aceras: ya no son rumanos, ni drogadictos o alcohólicos, ni enfermos mentales... A éstos se han unido personas que podrían ser nuestros vecinos, hombres y mujeres que ponen un cartel a sus pies y miran al suelo avergonzados, que nunca se hubieran imaginado en tal situación. Sin llegar a eso, muchos otros han pasado de vivir en un chalet de lujo a tener que refugiarse en casa de sus padres (es mi caso) o cambiar la urbanización por la barriada, el pisito del centro por un piso compartido, el Hipercor por el Día, la preocupación por la moda por la de pagar los libros de texto de los hijos... en definitiva, sufrir un cambio radical de vida, de preocupaciones y de espectativas. Evidentemente, muchos más miembros de esa clase media están ya condenados y seguirán ese camino en los próximos meses o años. Estas personas, entre las que, de algún modo, me encuentro, descubrimos aspectos de la vida que no conocíamos y vivimos en primera persona situaciones que nos resultan nuevas.
Pues bien, como periodista, no me resisto a contar algunas de ellas. Al fin y al cabo, ¿no es un privilegio para una periodista conocer de primera mano una noticia... y no es el paro y cuanto le rodea la principal noticia de este confuso y desesperanzador tiempo?
Ignoro a quién pueden interesarle mis experiencias, pues muchos, desgraciadamente, las comparten y otros quizá prefieran ignorarlas. Pero aquí estarán las anécdotas y reflexiones de quienes hemos pasado de la acera de sol a la de sombra.