lunes, 7 de febrero de 2011

El ambiente Inem

Voy a la oficina del INEM a notificar un cambio de domicilio. Me paso dos horas haciendo cola hasta que desisto. Vuelvo al día siguiente. La cola es también tremenda. Tengo el número 97 y van por el 50. Pasa el tiempo, mucho tiempo. Cuando llevo hora y media sin saber ya dónde apoyarme, recibo una llamada en el móvil: la compañía telefónica me avisa de que me corta la línea por falta de pago. Tengo, al parecer, una deuda de 30 euros. La faena es tremenda porque, para una persona en paro, el teléfono móvil es como un talismán: cada vez que suena, reaparece la esperanza de que sea alguien ofreciendo un trabajo. Así que me pongo a discutir, a pedir una solución, a proponerla y, mientras lo hago, salgo a la puerta para poder enfrascarme en la conversación con mayor libertad. Cuando cuelgo y vuelvo a entrar el número 97, en la pantallita, cambia al 98, mesa A. Me lanzo a la mesa A y encuentro a un hombre sentándose en ese momento. Es el que tiene el número 98, así que le digo a la funcionaria que atiende la mesa que tengo el número 97. "Lo siento pero, como ve, ya se ha sentado el siguiente. Tendrá que sacar otro número". Miro al 98, pero él mira hacia otra parte ignorándome por completo, mientras explico que sólo quiero notificar un cambio de domicilio, que es el segundo día que voy para eso, que llevo muchísimo tiempo esperando... El 98 sigue sentado, impasible, y la funcionaria empieza a irritarse, inamovible. Entonces, la funcionaria de la mesa de al lado, al tanto de la situación, pone en la pantallita el número 99, que tiene una chica, y me dice que si a la chica 99 no le importa, puede atenderme a mí antes. La miro suplicante y, antes de abrir la boca, ella corta con un "ni hablar" y se sienta. Le explico otra vez la situación y... "que no, me toca a mí y punto". No me queda sino tirarle mi número a los pies y marcharme llena de rabia.
Va a ser cierto que las situaciones difíciles sacan de uno lo peor que lleva dentro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario